// Miguel Littin: el cine de las reverberaciones capturadas
Novedades - Publicado el 08 de Septiembre de 2014
Dos títulos para acercarse a la poética de uno de los más importantes cineastas chilenos y latinoamericanos. Entre la ficción y el documental, un mundo de cine que captura un estado de ánimo que es, a su vez, signo de memoria histórica.
Por Leandro Arteaga
Entre los nombres del cine chileno, el de Miguel Littin (1942) es fundamental, por su trayectoria internacional, exiliada, premiada. Todos rasgos que dan cuenta de un hacer profesional convulso, vivencial, político. Aspectos que son también los de una época signada por el arte del siglo pasado, el cine. En Littin, por eso, hay un devenir que es construcción de mirada, con carnadura política y proyecto latinoamericano con eje en la figura de Salvador Allende, sismo continental.La elección que de las películas El Chacal de Nahueltoro (1969) y Dawson. Isla 10 (2009) hace el Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales es perfecta porque cubre desde los extremos, compuestos entre el primero y el más reciente de sus largometrajes. Cuarenta años apretados entre la mención de dos títulos, que entre premios y distinciones albergan nominaciones al Festival de Cannes (Actas de Marusia y El recurso del método, de 1976 y 1978) y al Oscar de Hollywood (Actas de Marusia y Alsino y el cóndor, de 1983).El suceso de El Chacal de Nahueltoro ya le sitúa a Littin de manera internacional, merced al galardón obtenido en la Berlinale. También porque es parte de ese sacudón bello, intempestivo, del que fuera protagonista el cine latinoamericano. El film es recreación de uno de los hechos nodales en la narrativa policial, verídica, de Chile, a raíz de los asesinatos cometidos por José del Carmen Valenzuela, más conocido como “el Chacal de Nahueltoro”, a comienzos de los ’60. Una mujer y sus cinco hijas cayeron víctimas de su violencia alcoholizada. Hecho que conmocionó a la opinión pública, movilizó la búsqueda policial, y dictó sentencia de muerte.Ahora bien, el hecho es en sí atractivo, dúctil a laMi imaginería del cine. En Littin no es la excepción, pero en todo caso desde la convicción de hacer de éste un fusible, que permita descomponer en tantas instancias como necesite el tramado supuesto por la sociedad chilena, sea de cara al momento pretérito pero, sobre todo, con el ojo puesto en el presente, tiempo histórico del film. De esta manera, por El Chacal de Nahueltoro circulan la injerencia de la prensa, el desamparo de la pobreza, los edictos policiales, el desalojo por la fuerza, el desempleo, la miseria, la cárcel. El montaje del film hace del suceso su piedra de toque y articula el relato desde su misma deconstrucción, en un ir y venir que permite comulgar tiempos narrativos diferentes, con una banda sonora que dice del momento que sucede mientras la imagen puede haber vuelto su cara hacia el atrás de lo ocurrido. Es que el cine se sabe cine, es momento de vanguardia y Littin se corresponde con esta mirada, con la de un cine de autor, alejado de rótulos que permitan catalogar El Chacal de Nahueltoro fácilmente. Al espectador se le sitúa en los lugares verídicos del suceso, con un registro que remite a la práctica documental, entre intérpretes y lugareños. Lo que se corre, finalmente, es el límite injusto que dictaminaría la ficción. Ambas categorías, desde ya, no son más que convenciones. Hacer cine desde el límite, quizás todavía, es tarea urgente. Esta película le valdrá a su director también la cercanía al gobierno de Allende, ya que Littin será designado Presidente del Directorio de la Empresa del Estado Chile Films, en 1971. El exilio y derrotero posterior del cineasta, a partir del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, hacen de Dawson. Isla 10 (2009) un film síntesis, que habilita al espectador a ahondar en la historia chilena desde el dolor de una mirada que lo asume. Isla Dawson, justamente, fue utilizada como campo de concentración donde hacinaran a los ministros y colaboradores del presidente constitucional derrocado.Entre ellos figura el ingeniero Sergio Bitar (interpretado en el film por Benjamín Vicuña), cuyo libro es el material base de la película. “Isla 10” apela al nombre impuesto al detenido por los carceleros, en una numeración que incluía de misma manera a los demás. Dawson. Isla 10 construye, de esta manera, un micromundo del horror, de una cotidianeidad que se perfila de manera normativa, con una rutina diaria que hace de ella un mundo alterno, cercano al que tantos sobrevivientes de experiencias similares supieron retratar: al margen de todos, en un escenario de espanto compartido, sometidos al vejamen y los interrogatorios, en el marco de una oportunidad histórica que no pudo ser, pero que todavía hace eco. Por eso, las reverberaciones subsisten y el cine las captura. Al hacerlo, las actualiza. El drama aparece como el mejor resorte para la construcción de lo que habitualmente se denomina “memoria”. Hay goce estético, hay dolor inevitable. Todo ello, en apenas dos de las muchas películas de este realizador de relieve.