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// De Allende a Los Andes: cine chileno en Rosario

Novedades - Publicado el 05 de Septiembre de 2014

Ignacio Aliaga Riquelme, director de la Cineteca Nacional de Chile nos acerca un panorama del cine trasandino

“Mientras escribo estas líneas, recuerdo que conmemoramos dos años de la muerte de Raúl Ruiz”

Desde hace muchos años, escuché hablar del Festival de Rosario. Amigas y amigos que iban y venían, nos hablaron de este encuentro, uno de los espacios reconocibles de confraternidad audiovisual en el continente. Que finalmente una pequeña pero ilustrativa muestra de la historia del cine chileno se presente en Rosario, es un motivo entonces de alegría. Que haya sido escogida la Cineteca Nacional de Chile para proporcionar de su archivo esta muestra, nos llena de satisfacción.

El cine chileno se inicia tempranamente. Lo trajeron enviados de los hermanos Lumiére a Sao Paulo, Buenos Aires y Santiago, en 1896, a pocos meses de su lanzamiento en París. Las primeras filmaciones nativas datan de 1897 en Iquique, al extremo norte del país. Primero tímidos registros o “vistas”, luego incipientes narraciones hasta desembocar en un período brillante de cine silente, que en los años veinte se producía a lo largo del país, desde la inmensidad helada de Tierra del Fuego hasta el árido desierto de Tarapacá. Un período que despertó el interés de los espectadores y de la sociedad, que comenzó a fijarse en el impacto social del cine, lo que lleva al Estado a crear el Instituto de Cinematografía Educativa y al mismo tiempo a dictar la primera ley de censura (siempre las paradojas).

En la primera década del cine sonoro, casi desaparece la producción de largometrajes. El gobierno del Frente Popular elegido en 1939, en su estrategia de corporativismo de estado, decide crear una empresa estatal, Chile Films, con estudios, equipamientos y recursos para emprender una producción cinematográfica tratando de emular a las nacientes industrias mexicana y argentina. Esta empresa logra producir en los años 40 un conjunto apreciable de películas, incorporando a directores y técnicos argentinos, pero fracasa como experiencia industrial.

Los años 50 nuevamente presentan una baja ostensible de realizaciones de largometraje, aunque allí comienzan a avizorarse aires de cambio en la concepción del cine, en que la influencia del neorrealismo italiano empieza a orientar producciones con una mirada más integral de la sociedad y un modo que se aparta de los géneros convencionales del melodrama y la comedia que habían dominado. Esta década ve surgir con fuerza el documentalismo poético y social, con la creación del Instituto Fílmico de la Universidad Católica y el Centro de Cine Experimental de la Universidad de Chile, y las figuras de Sergio Bravo y la pareja que conforman Nieves Yancovic y el argentino Jorge di Lauro.

Los años sesenta son los de la renovación. Nuevas generaciones de cineastas inundan el escenario del cine en toda Latinoamérica, impulsados por los movimientos sociales y políticos de la década, que se inician con la revolución cubana, tanto como por aquellos movimientos cinematográficos que provocan el advenimiento del considerado cine moderno, en especial la nueva ola francesa, así como por las nuevas tecnologías portátiles del cine. Reunidos en el Festival de Cine de Viña del Mar los años 67 y 69, que dirige el recordado Aldo Francia, cineastas latinoamericanos manifiestan allí conformar el Nuevo Cine Latinoamericano, imbuidos por el cine cubano y el Cinema Novo brasileño.

Este hecho es un factor determinante de los nuevos tiempos del cine chileno, momento en el cual surgen dos de las figuras presentes en esta muestra: Raúl Ruiz y Miguel Littin. El Chacal de Nahueltoro (1969) adopta un hecho real ocurrido a comienzos de los 60, el asesinato de una madre y sus hijas por un linyera ignorante y alcoholizado en el mundo rural del centro sur de Chile, que aún reproduce relaciones de servidumbre casi medievales. Esta historia de un niño salvaje y su posterior reeducación en la cárcel, es motivo para una reflexión acerca de la pena de muerte pero también una aguda crítica a las condiciones de desigualdad, pobreza y marginalidad de la mayor parte del país. Junto a la fotografía de Héctor Ríos, destaca el montaje que alterna estilos narrativos contrastantes entre el reportaje y el neorrealismo. La película instala a Miguel Littin como uno de los cineastas más relevantes y a ésta película como un clásico indiscutido.

El cine chileno, después del golpe de estado de 1973 contra el Presidente Allende, vive una doble existencia. Un gran número de directores, técnicos y artistas debe marchar al exilio y allí realizar sus producciones, y otra parte menos numerosa, que continúa en Chile y con gran dificultad desarrolla su cine. Las dos películas que siguen en la muestra son un buen ejemplo de ello.Raúl Ruiz está presente con Diálogo de exiliados, una de sus películas menos difundidas en el continente, realizada en el exilio de París, en el año 1974, con la que inicia su brillante carrera ya como cineasta del mundo. Continúa en ella el estilo que estaba llevando a cabo en sus películas de antes del golpe, esto es, un diálogo exultante y una cámara funcional al registro de los personajes conversando, en el cual se desnudan las debilidades y contradicciones de un grupo de exiliados chilenos en Europa, en los primeros meses después del golpe de 1973. Película controversial en la que participan figuras del cine francés junto a personalidades artísticas chilenas exiliadas.

Silvio Caiozzi filma La luna en el espejo. Ya había realizado en Chile, durante la dictadura, A la sombra del sol (junto a Pablo Perelman en 1974) y su célebre Julio comienza en Julio (1976-1979). La luna en el espejo se filma gran parte en 1986, pero recién puede estrenarla en 1990, cuando se recupera la democracia, en una historia de cámara donde se enfrentan un viejo autoritario marino, su hijo y la novia de éste, que puede ser vista como una metáfora de lo que vive el país, sometido al autoritarismo de Pinochet. La actriz Gloria Munchmeyer gana el premio Volpi de Venecia con esta actuación, y Caiozzi se afirma como uno de los principales directores de nuestro cine.Con el advenimiento de la democracia en 1990, retornan muchas figuras del exilio, luego de algunos años de ensayos de apoyo público se impulsa una política de fomento que es consagrada como política de estado con la ley de cine a comienzos de la década del 2000. Surgen nuevos cineastas y de las escuelas emergen generaciones jóvenes, las que junto a otras tres generaciones anteriores, aún activas, dan una característica de enorme diversidad a la producción chilena, que la hace merecedora de numerosos premios en el exterior. Miguel Littin, figura emblemática del nuevo cine chileno de los 60, continúa vigente. Estrena en 2009 Dawson, Isla 10, una película que revisa los años de la dictadura, basándose en los relatos de Sergio Bitar, uno de los prisioneros en el campo de concentración de la isla Dawson, en Tierra del Fuego. Esta breve pero significativa muestra, resume entonces una parte importante de la historia del cine chileno, desde los años 60 hasta la actualidad.

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Nota publicada en El 21 (diario del FLVR)




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